domingo, 23 de mayo de 2010

Llegada a la Paz


Llegando a La Paz, todo el mundo te habla del soroche, de lo que cuesta respirar, del dolor de cabeza. Nadie te dice lo increíble que es la ciudad, cómo se extiende entre valles, como la ingeniería y la arquitectura trabajan para comunicar y hacer habitable una urbe de cientos de miles de personas desparramadas por entre valles rocosos entre los 3.300 y los casi 4.000 metros de altitud.
Una ciudad en la que los planos deberían tener marcas del altura, para saber si la siguiente calles es de subida o de bajada. El llano es escaso aquí, y en las calles de subida, cada paso hay que darlo.
El paisaje general es el de la fotografía, aunque hay zonas verdes trabajadas intercalándose entre los barrios. Este paisaje está cincelado por la alternancia de un sol poderoso y noches frescas. El sol es fundamental en la vida aquí: las casas no tienen calefacción, tienen grandes ventanales para que se puedan calentar de día.
En cuanto a las casas, el tamaño es inverso a la altitud: a diferencia de lo acostumbrado, a mayor altitud, menor nivel de vida de la gente, menores casas, supermercados y mercados más económicos. El negocio de muchos es comprar arriba y vender abajo.
Nota para viajeros: el verdadero soroche es en la digestión, especialmente por la noche.

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