miércoles, 1 de septiembre de 2010

Salar de Uyuni I

"Cuando Dios hizo el Edén pensó en América", decía el cantor. América, sin duda, ofrece paisajes increíbles, y una naturaleza exuberante y hermosa, aunque inhóspita, y en ocasiones, límite.
El Salar de Uyuni es uno de esos lugares. 12.000 km2 de desierto blanco, jalonado por un par de decenas de islas en medio de esa nada, con ecosistemas increíbles. Son 10.000 millones de toneladas de sal, en capas que suben progresivamente con las lluvias anuales, por lo que la explotación no afecta el entorno, al menos en apariencia.
El Salar está rodeado por pequeñas poblaciones, con modos de vida básicos, dedicadas al pastoreo de camélidos. Antaño, para ir de un lugar a otro tenían que bordear el salar durante varios días, cargando a las llamas. Cada llama lleva hasta 25 kilos de carga, si se pone más, se sienta y escupe. En estos pueblos son numerosas las chullpas conteniendo momias, pues hay varios montes sagrados (huacas) en la zona, como el volcán Tunupa.
Hoy, el transporte es en coche, evidentemente, si bien no exento de riesgos. No hay ninguna referencia en el Salar, y las brújulas no funcionan porque es la mayor concentración del mundo de litio (140 millones de toneladas, todavía sin explotar). Se necesita entonces un guía que sepa distinguir qué rodaduras llevan a donde, y mantener el volante recto. En otro caso, se pueden dar vueltas en círculo hasta quedarse sin gasolina, y morir de sed o frío en medio de la nada (para tener una idea de la superficie, es mayor que Asturias o Murcia).
Sí, el frío es intensísimo, y los vientos muy fuertes, especialmente en invierno. Sin embargo, en época de lluvias es zona de cría de tres especies de flamencos. Esta circunstancia, unida a que desde hace ya varios años existen varios hoteles construidos íntegramente por sal, convierten la zona en un lugar de extrema belleza y rareza.
Son las montañitas de sal sacadas de las piscinas para secar. La gestión de la sal se realiza siguiendo antiguas tradiciones de las que ya nadie recuerda el origen: cada familia tiene su parcela, pero para poder trabajarla tiene que contar con un hombre de más de treinta años; en todo caso, puede hacer que la trabaje otro y luego empaquetar y vender.



En medio del espacio, el viento helado arrastra un sombrero durante kilómetros.




Hay rutas más transitadas...



... y otras no tanto.


1 comentario:

  1. Todo esto se ve genial Gabriel. Espero que sigas allí el verano siguiente, porque pienso hacerte una visita!

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