O también, cuando no miran.
Este caso fue bonito. Normalmente el lugareño de origen aymara no quiere ser fotografiado, porque cree que con la imagen se le puede robar el alma. Al bajarme en el pueblo, este señor se me acercó. Apenas sabía decir su nombre en español, y me llevó a su casa para que le fotografiara. Me imagino que querrá una copia, intenté contactar con el servicio de correos, pero dijeron que aquí no llegaban. Lo mismo tengo que llevársela en mano.
La niña estaba cerca y se dejó sacar sin decir nada.
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