jueves, 10 de marzo de 2011

Isla del sol III

En la isla, nada más llegar, se ve un templo de los chiripas (2000 años antes de los incas más o menos), sobre el que el Inca construyó su palacio (hay una foto desde la ventana a la cordillera en una entrada anterior). La isla está llena de leyendas sobre incas que todavía se pueden encontrar, túneles entre islas y al Cuzco, o seres mítico andinos, como los caricari (que te quitan la grasa del cuerpo, y son rubios; en Perú además suelen asesinar por encargo), o unos seres que murieron antes de que les tocara y todavía vagan en la zona. Los ancianos (en la isla se llega a los 90 y con 80 todavía trabajan en el campo) cuentan las leyendas en primera persona, y las costumbres se modificaron en los últimos años por diversos sucesos que implicaban a estos seres, afectando a las comunidades. Por ejemplo, no hay agua corriente y hay que recoger de las fuentes incas. Antes se iba desde las 4 ó 5 de la mañana, hasta que un lugareño fue agredido por un caricari y apareció a casi un kilómetro con una golpiza. Desde entonces se va a por agua únicamente de día. También hay varias leyendas sobre ovnis que vienen a tomar energía del Titicaca, que para ellos son reales y no refieren a extraños (aunque sí al guía).
En esta foto se ve cómo han tapado una cueva que había en la base del templo chiripa. Se decía que llegaba a Perú, y que podías ver a un rey inca dentro. El caso que los comunarios la taparon porque si entraba un animal lo perdían, ya no aparecía.
Estos son los restos del templo de la Isla de la Luna, enfrente de la del sol, donde estaban las ñustas. Eran las mujeres más bellas del incario, o las más especiales: con algún dedo de más o cosas así. Eran educadas para casarse con los nobles incas, y, en su caso, eran sacrificadas a los dioses. Este lugar, durante la última dictadura fue una prisión política, y el templo utilizado como portería de la cancha de fútbol.


El laberinto. En la punta norte de la isla del Sol. Lugar de educación de los nobles incas, desde niños o adolescentes. La construcción es impresionante, con numerosos pasillos y habitaciones. Cuando uno se portaba mal, le daban una planta alucinógena (la wira wira, no se sabe bien qué es todavía: ayahuasca, peyote u otra cosa) y lo encerraban en un cuarto minúsculo. Pensaban que eran los antepasados que venían a convencer al jóven de que tenía que seguir las normas.





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