La hoja de coca es, con la whipalla, el nuevo símbolo de Bolivia. Esa hojita, que contiene el alcalino a partir del cual se sintetiza la cocaína, hace posible la vida en el altiplano. Su infusión combate el soroche o mal de altura, y si se masca, provoca una estimulación necesaria para poder realizar esfuerzos en esta zona.
Técnicamente, la hoja no se masca, se akullica o se picha (aymará la primera y común la segunda). Akullicar supone mascarla y luego "akullicarla" a un lado de la boca, de forma que se quede la mandíbula dormida. Los principiantes cometemos el error de deshacerla mascando y tragárnos las hojas poco a poco.
Tiene un sabor ácido y provoca una gran salivación. Para evitar este sabor, hay quien la toma con "lejía", una pasta marrón hecha con plátano y ceniza. Deja un aliento bastante nauseabundo, aunque dicen que no afecta a los dientes.
Entre los beneficios, dicen que evita la formación de caries, y un señor mayor me aseguraba que le disminuía la falta de insulina de la diabetes.
Entre los problemas, como todo, el modo en que se usa: hay quien la toma para conducir más de 12 o 15 horas sin descansar, y parece que los taxistas la toman.
Con ella pude llegar a la cima del Chacaltaya, uno de los montes que rodean La Paz.
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Estoy tan flipada de haber sabido llegar hasta aquí, que no tengo palabras solamente que espero que estés bien, Gabriel. Un abrazo.
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